Para escribir la letra de una canción no
basta con hacer rimar los versos o con cuadrar el número de sílabas con las
notas que se quieran cantar. Y eso que esta tarea ya es complicada, sobre todo
en el caso de adaptaciones de otros idiomas, como veremos en seguida.
Un buen letrista, compositor o adaptador
se encuentra, además, con otro reto: que la canción quede bien acentuada.
Cuando el acento musical no se corresponde con el acento lingüístico de las
palabras, al oyente le da la impresión de que hay sílabas tónicas donde no
debería haberlas. Veamos en detalle dos de estos obstáculos que se encuentran
los letristas.
EL NÚMERO DE SÍLABAS
Si habláis con compositores, comprobaréis
que “cada maestrillo tiene su librillo”. ¿Primero la música y luego la letra?
¿Al revés? ¿Ambas cosas van naciendo al mismo tiempo? Cualquiera de las
opciones es válida siempre que no se note. Y es que, cuando se piensa primero
una melodía y luego se ‘rellena’ con la letra, a menudo ocurre que las frases
quedan como ‘metidas con calzador’ y su significado no es muy rico. A todos nos
vienen a la mente canciones pop que siempre recurren a las mismas palabras para
rellenar las rimas.
La dificultad de cuadrar las sílabas se
multiplica en el caso de las adaptaciones a español de otros idiomas, por
ejemplo del inglés. El español necesita muchas más palabras para decir lo
mismo, por lo que, si se quiere mantener la melodía, la letra tendrá que perder
gran parte de su significado.
Veamos un ejemplo práctico:
En inglés, la conocida canción “Over the
rainbow”, de la película El mago de Oz, dice así:
“Somewhere
over the rainbow, way up high, there’s a land that I heard of once in a lullaby”.
Este fragmento tiene 23 sílabas. Una
traducción literal en español, sin embargo, tendría bastantes más:
En algún lugar sobre el arco iris, allá
arriba, hay un mundo del que una vez oí hablar en una nana.
En el caso de esta traducción, salen 32
sílabas (contando las sinalefas). Por lo tanto, para versionar la canción,
necesitan eliminar aproximadamente el 30% de la letra. Para hacerlo, renuncian
a parte de la información que tenía la estrofa original. Una de las versiones
de esta canción que sí se ajusta a esa melodía de 23 notas es la siguiente:
Detrás del arco iris quiero estar, donde
viven los sueños que se hacen realidad.
Como se ve, respeta la melodía pero
sacrifica el significado de la estrofa original. En este caso, utiliza
información que en la versión en inglés aparecía en otras partes de la canción.
Otro buen ejemplo es la canción “Hakuna
Matata” de la película de Disney El Rey León. En su versión española, cambian
el “what a wonderful phrase” (seis sílabas) de la versión inglesa (que se
traduciría como “¡qué maravillosa frase!”, de ocho sílabas) por “qué bonito es
vivir”. O la estupenda “it´s our problem-free philosophy” por una frase con
poco contenido: “lo más fácil es saber decir…”
Aquí vemos la estrofa completa en de la
versión orginal:
Hakuna
Matata! What a wonderful phrase
Hakuna
Matata! Ain’t no passing craze
It means no
worries for the rest of your days
It’s our
problem-free philosophy
Hakuna
Matata!
Esta sería una traducción literal, que
lógicamente ocuparía muchas más sílabas:
Hakuna Matata! Qué maravillosa frase.
Hakuna Matata! No es ninguna locura
pasajera,
Significa “sin preocupaciones durante el
resto de tus días”.
Es nuestra “filosofía sin problemas”.
Hakuna Matata!
Aquí tenéis la adaptación que se hizo
para la película en español. Es fácil notar que hay mucha menos información que
en el párrafo anterior:
Hakuna Matata, vive y deja vivir.
Hakuna Matata, vive y sé feliz.
Ningún problema debe hacerte sufrir.
Lo más fácil es saber decir
Hakuna matata.
En la adaptación de Jordi Galcerán para
el musical de El rey león, hacen algunos cambios para que se parezca un poco
más al original:
Hakuna Matata, ¡vaya frase genial!
Hakuna Matata, no lo pases mal.
Ningún problema debe hacerte sufrir.
Este es nuestro fin, saber decir
Hakuna Matata.
A veces, los traductores prefieren no ser
fieles totalmente al número de sílabas original, y cometen lo que se llama una
alteración silábica por exceso o por defecto, es decir, suman o restan alguna
sílaba (siempre que la melodía se lo permita).
Por ejemplo, la traducción a español de
la canción “If I were a boy”, de Beyoncé, que interpreta ella misma, dice “si
yo fuera un chico” cuando en el original dice “If I were a boy”. Es una
alteración silábica por exceso muy clara: la cantante entona una sílaba más,
que en el original no cantaba, resultando una frase de seis sílabas en lugar de
cinco. Estas alteraciones quedan ‘camufladas’ en la melodía y son perfectamente
válidas si se hacen bien.
En este mismo ejemplo de adaptación, sin
embargo, sí se comete un error no relacionado con el número de sílabas, sino
con el siguiente tema que trataremos: el acento.
EL ACENTO MUSICAL
Cuando oímos esa canción de Beyoncé en
español, es inevitable entender “si yo fuera un chicó”*. ¿Por qué ocurre eso?
Porque no basta con que las sílabas encajen. Hay algo más que tiene que cuadrar
y que es mucho más difícil de detectar para el oído inexperto. Se trata del
acento.
Los acentos musicales vienen determinados
por la línea melódica de la canción. A veces coinciden con un tiempo fuerte del
compás (el primer tiempo de un 4×4, por ejemplo); pero también están
relacionados con otras cuestiones de ritmo, duración de las notas… En una
canción no sería posible que todos los acentos lingüísticos encajaran con su
correspondiente musical, ya que hay muchos más de los primeros (todas las
palabras tienen uno).
Pero sí hay que intentar que todos los
acentos musicales correspondan con uno lingüístico, porque de lo contrario, al
escuchar la canción, se perciben acentos en sílabas que no deberían ser
tónicas.
En una canción bien acentuada, todos los
acentos musicales los ocupan sílabas que son las tónicas en sus respectivas
palabras. Para verlo claro, subrayaré los acentos musicales en esta frase de la
canción “Sin ti no soy nada”, de Amaral:
Sin ti no soy nada, una gota de lluvia
mojando mi cara.
Como veis, hay más sílabas tónicas en la
frase, pero aquellas sobre las que recae un acento musical son todas tónicas.
Sin embargo, hay muchos ejemplos de
canciones en las que no se ha tenido en cuenta esta regla y se cantan palabras
mal acentuadas. El resultado es, a veces, incluso desagradable al oído para las
personas sensibles a estas cuestiones. Estos son algunos ejemplos de lo que no
se debe hacer:
Mecano, en “Hijo de la luna”, dice “que
una hembra gitana”, y el oyente entiende “hembrá”* debido a la situación del
acento musical.
Pereza, en “Princesas”, dice “buscán”*,
mientras que los demás acentos sí están bien colocados: “No quiero volver a
hablar de princesas que buscan…”
Carlos Baute y Marta Sánchez convierten
un “cuando” átono en un “cuándo” interrogativo en Colgando en tus manos, de tal
manera que la frase “y cuando estuvimos por Venezuela” parece una pregunta: “¿y
cuándo estuvimos por Venezuela?” (correcta también, pero fuera de contexto)
debido a la situación del acento musical en la sílaba ‘cuan’.
El canto del loco, en “Zapatillas”, dice
“me da pena tanta tontería”, inventando las palabras “pená”* y “tantá”*.
Los ejemplos son interminables, sobre
todo porque a muchos compositores no les importa que los acentos musicales
queden mal colocados, ya que para ellos priman otras cuestiones (la sonoridad,
el significado de la frase, las prisas por terminar la letra…) Pero también hay
compositores perfeccionistas que consiguen todas esas cosas en una letra: una
buena sonoridad, una frase con sentido y además acentos musicales bien situados.
Pero reconocer los errores es de sabios:
Alejandro Sanz, que cometía un error muy claro de acento musical en su canción “Se
le apagó la luz” (de 1991), se dio cuenta del mismo y lo corrigió en el
Unplugged que hizo para la MTV
y que grabó en 2004: donde decía “el gris de la carretera dibujando su melena”,
cantó “el gris de la carretera que dibujó su melena”. Se agradece la
rectificación, sobre todo tratándose de un tema tan sutil que pocos iban a
recriminarle.
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